Sucede ahí enfrente. Los yates de lujo se agolpan en las calas de Formentera y Eivissa cargados de futbolistas que parece que tengan más ganas de colgar sus fotos en las redes sociales que de descansar tras la temporada futbolera. El contraste a este lado del mar es considerable. En Dénia muchos vivimos el verano desde la perspectiva del reencuentro. Un estallido de alegría cuando saludamos a aquellos amigos con los que crecimos en la playa. Hombres y mujeres nacidos en diferentes partes de nuestra geografía y que, fieles a las vacaciones en esta ciudad, ahora enseñan a sus hijos lo bonita que fue su niñez en la playa de la Marineta Cassinana, en les Rotes o en les Marines. Enseñar y aprender. Una manera como cualquier otra de mostrar también la gastronomía dianense.
Cuando observamos a los amigos del Marino Dénia reunir a padres, abuelos e hijos alrededor de un buen arroz, se nos pasa el estrés propio de julio y agosto. El verano es emoción y pasión. Compañeros de facultad que quedan en nuestro restaurante para tapear, grandes directivas con chancletas, bañadores y pareos que nos tratan con amabilidad... y la clientela local, que aunque nos disfruta todo el año, tampoco quiere perderse el trasiego de la terraza, la mezcla de lenguas y las largas sobremesas. La felicidad por encima de todo.
Se acaba julio y llega agosto. Faltabas tu por venir a vernos.