Pensemos en nuestros trabajos, y echemos a volar la imaginación, sin tapujos. A los gestores se os echan encima las declaraciones de hacienda con la trimestral del IVA; si sois profesionales de la sanidad pública y hacéis guardias en verano en zonas turísticas, tomad vitaminas; si tienes una zapatería, sabes que el aire acondicionado es lo bastante atractivo como para que alguien se pruebe 30 modelos sin intención de comprar ninguno; si eres fisioterapeuta y hoy te han fallado dos citas sin avisar, es lo que hay. Ahora que acaba el curso: maestros/profesores, paciencia con los progenitores que saben sin margen de error la nota que merecen sus hijos. Y cómo se comportan en clase.
Sigamos imaginando. El cliente de la gestoría lo quiere para ayer, el enfermo se indignará por la espera y, por supuesto, no hay ninguna ley que obligue a avisar de la cancelación de una cita ni a comprar en un establecimiento. Por otra parte ¿Quién conoce mejor a los chicos que sus padres?
Ya sabéis por dónde vamos. Y ahora el final (no feliz). Ése en el que los despechados clientes/pacientes/usuarios entran en un sitio web para protestar por la lentitud del servicio, la falta de profesionalidad y la tremenda injusticia. No decimos que no lo sientan así, ni que mientan. (Ésa es otra historia). Sólo que ahora su queja particular (en otro tiempo registrada en un libro de reclamaciones o similar) luce en un aparador global que golpea más fuerte que las lápidas con los 10 mandamientos. Virtual, pero contundente.
Y en este punto dejamos de imaginar. Los sitios web con contenidos de viajes, restaurantes y hoteles se han erigido en una mezcla de defensor del pueblo y juez omnipotente. La idea en inicio era muy buena, desde luego presuponiendo la honestidad de la empresa y de los opinadores. Lo malo es que no siempre es así. (Como ha sucedido con el mal uso de numerosos avances científicos y tecnológicos, y no por eso vamos a volver a las cavernas). La última injusticia que nos ha llamado la atención es la que afecta al chef Artur Martínez y a tantos otros de nosotros. Este cocinero con una estrella Michelin -que nunca pidió estar en el sitio web de Tripadvisor, ni le preguntaron- ha decidido que se quiere salir, visto lo visto. El celoso garante del derecho a la información ciudadana le ha dicho que no. Y Martínez ha pasado a la acción virtual, como se relata en esta columna de El Periódico. ¿Con qué propósito? Demostrar que el sistema de criba que verifica la autenticidad de los comensales y sus comentarios hace aguas.
Confiemos en que este caso, y la notoriedad que ha obtenido, ayude a encontrar soluciones fiables para los comensales y justas para el restaurador. Seguro que habrá una manera. No es nuestro campo. Nosotros estamos al otro lado. En el que un cliente se puede levantar y decirte que no paga porque el arroz estaba salado y que te des por afortunado si no te pone verde en internet.
Al menos tenemos buena memoria, y reservado el derecho de admisión.