Nos ha dado por cerrar los ojos e inspirar con la emoción de nuestra infancia ante el prometedor olor que salía de la cocina: arroz de marisco. No sabíamos diferenciar, ni falta que hacía, si tendría gambitas o pulpo, sabata o buey de mar.
Y casi son reales nuestros 10 años: vemos los tiernos trocitos de pulpo, sus tentáculos enredados que hacen cosquillas en la boca, el caldo sabroso, el arroz meloso en su punto. Cuando repitamos no podremos separarlo del caldo; hinchado de sabor, trabado en ese jugo potente que nos impacta directamente en el cerebro. Hemos tenido suerte –la mamá incumple sistemáticamente el dicho de “quien reparte se lleva la mejor parte”- y nos ha tocado lo mejor de la morralla: algún dado de emperador, de ése que se deshace sin masticar, y alguna gambita, ya pelada. Los pescamos de entre el arroz con celo glotón.
Y hoy, cuando preparamos un arroz meloso de sabata (o espardenya) recordamos nuestras incursiones en la cocina mientras la mamá preparaba la salmorreta. Una mezcla que da un toque especial a nuestros arroces (un poco más rojos que los de València). Ni siquiera nos desalentaba su aspecto: desde pequeños lo asociamos a uno de nuestros arroces preferidos, que nada tiene que envidiar a otros más cotizados.
El buey de mar sí que nos dejó de una pieza. Y cuando lo guisamos en el Marino Dénia nos parece escuchar a nuestro padre, avisándonos de que vayamos a la cocina para ver cómo se mueve el temible bicho. Unas veinte veces mayor que los ejemplares inofensivos con los que matábamos las horas en Les Rotes. Era precisamente nuestro padre el que nos abriría la pata del crustáceo mientras nosotros nos dejábamos mimar.
El arroz de bogavante o de langosta eran palabras mayores. Y al guisarlo con el oficio que dan tantos años de experiencia, sonreímos ante aquel niño que rondaba impaciente por la casa esperando a “las visitas”. Normalmente era una pareja amiga de los papás que llegaba con una botella de vino –y una bandeja de pasteles con un poco de suerte- y pasaba la tarde del domingo conversando sin tregua.
Así que ya sabéis, estad muy pendientes en las redes sociales de nuestros avisos sobre la temporada/disponibilidad de estos magníficos partenaires del arroz: la sabata, el buey de mar, la langosta y el bogavante, para no dejar pasar la ocasión de comer bien, y volver a la infancia.
Siempre, ¡Buen provecho!
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