Las buenas costumbres no hay que perderlas. Sobre todo cuando nos aportan momentos impagables de amistad y felicidad. La cena de "Los Senadores" se ha convertido en una de esas citas que se repite cada año y que nos sirve para ponernos al día, hablar de la familia, el trabajo, para relajarnos e incluso... para arreglar el mundo. ¿A alguien le suena este tipo de reuniones fraternales? No hay compromiso ni obligación de quedar bien. Quienes asisten están entregados al 100% y con ganas de que pase otro año para volver, porque se quedan con ganas de más.
La amistad con algunos de los miembros de la Falla de Pere de València, en el barrio de Russafa, fue el origen de esta bienintencionada maquinación. Un casal, por cierto, que visitamos para cocinar in situ y en el que nos sentimos acogidos desde el primer momento. El caso es que cuando El Marino Rotes cierra, hacemos un paréntesis en las vacaciones y por unas horas volvemos a los fogones para alimentar cuerpo y alma, para reír entre amigos y vivir. Vivir riendo y disfrutando con "Los Senadores" de la Falla de Pere que convierten el Marino Rotes en una extensión de su casal. El viernes 4 de noviembre cenamos "tomacat" con atún, verdura en tempura, "figatells", chips de alcachofas, salpicón de mejillón, bravas, ensalada de "llicsons", escabeche y su vinagreta, fritura de pescado, gambita, gazpacho de cigala y gamba de Dénia al centro.
Una vez más, el trabajo se entrelaza con la vida y nos trae el mejor regalo. Por muchos años.
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