Con la expresión «¡A las galeras!» se castigaba antiguamente a los presos del rey, que acababan en los buques del monarca (Galeras) remando en su interior atados con cadenas.
No sabemos si el nombre de galera –referido a este peculiar marisco– tiene que ver con su forma estirada y su manera de nadar, con las extremidades traseras en forma de timones y las patas centrales a modo de remos.
Hoy, sin embargo, con el titular de este texto queremos recordar que se acaba la temporada en la que las galeras están más llenas y sabrosas (febrero-marzo). La galera no está en los primeros puestos del ranking de los comedores de mariscos, pero no es para despreciarla, ni mucho menos. Con ella se cocinan grandes caldos, da sabor a buenos arroces y llandetes, y a la plancha, con dos gotas de aceite, es un aperitivo exquisito.
Así que queridos amigos: ¡A las galeras!
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