Un viejo conocido me comentaba hace unas semanas que se enamoró de las sardinas hace años, gracias a un concurso de pesca nocturno en la escollera. Se inscribió animado por unos amigos y se lo pasó en grande. Apenas pescó dos pequeños sargos –que regresaron vivos al mar– pero disfrutó de lo lindo con la cena de sardinas a la brasa impulsada por el club de pesca deportiva (una buena excusa para apuntarse a la competición).
Luego supo de las propiedades de la sardina y por extensión de todo el pescado azul y se hizo más fan de este manjar. Más tarde unió su pasión culinaria a la música. Descubrió las Cantadas de Habaneras en nuestro Mediterráneo en las que se quema Ron y se comen sardinas. Calella, Dénia, Torrevieja... visitó varios municipios y cantó a Cuba como el que más.
Y así siguió hasta ahora. Cuando viene al Marino se acuerda de la sardina y nos tararea alguna que otra canción. Este verano estaba muy rumbero y nos recomendó a un grupo de la Marina Alta: los pegolinos Lilit i Dionís.
Precisamente os dejamos esta divertida rumba para cerrar la entrada al blog. Un post y una melodia sardineros a más no poder.
Salud.
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